Enciendo un cigarro que hace de éste un momento delicioso. Tiene una de sus pezuñas apoyada en mi torso y su respiración es lenta. Huele a verdes praderas, a un trozo de cielo. Las nubes se asoman por el ventanal y puedo verla flotando, a lo lejos, riendo y llorando. Ya es tarde y debo levarla de vuelta al redil. Su nombre es Asunción y la amo.
martes, 11 de octubre de 2011
Once
Nos vamos a la cama, desnuda, bañada por el sol de media tarde. Es la hora que más nos gusta para fundirnos en un éxtasis tribal. Empiezo a desnudarme, lentamente. Ella ya lo está, siempre lo está. Repaso todo su cuerpo con mis dedos, cada detalle, los memorizo y los borro de mi mente, haciéndo cada vez la primera. Puedo ver el deseo en su mirada. Aún así se resiste y sabe que eso hace que me excite mucho más. Estoy húmedo. Ella ya lo está, siempre lo está. Nos hundimos en el mar y comenzamos una danza infernal mientras Dante nos mira y se masturba. La toco y ella gime. Introduzco mis dedos en su interior y cada vez grita más fuerte. La beso y me muerde; me hace sangrar. Noto el dulce sabor de la sangre mientras mi miembro se desliza suavemente en su interior, en un lecho celestial. La ventana está abierta y la brisa perfila nuestra piel y eriza nuestro bello. Empiezo a sacudirla lentamente. Aumento el ritmo, hasta llegar a una velocidad brutal. Ella no para de gritar, dice que me ama, dice que no pare, nunca. No lo haré.
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