miércoles, 23 de febrero de 2011

seis

Venga, una pierna; la otra. ¡Mierda! No veo nada. Bah, bah, bah, tranquilo. Levanta la cabeza y pon cara de que te encuentras genial. Para algo has pagado y no vas a quedar como un pringao, Y menos delante de ella. ¡Está mirando! Hazte el duro. No tan duro. Relajado...te encuentras genial. Ahora, ¡baila! Y sonríe. Bah, no está tan mal. Otra, amarga. ¿Es impresión mía o cada vez el suelo está más cerca? Aquí se esta bien...quédate un ratito...cinco miuntos.
¿Eh? ¡Despierta! Muchas luces hacen que parezca mas bonito todo. Pero me estoy mareando. Decidido, voy a por ella. Espera, no puedes. Me arde el estómago, tenemos que vomitar. No hay tiempo, ahí. Más luces, una detrás de otra. ¡Y ahora a la derecha! No mas curvas o me volveré a marear y vomitarás. Se acerca alguien, da igual, bésale, te obligo, te obliga el cuerpo. No puedo, no quiere. ¿Máscarilla? No estamos en México. Pero nos tenemos que encontrar genial; si no, no haber pagado
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martes, 22 de febrero de 2011

cinco

La velocidad hacía que se le ondease el viento. Yo estaba pendiente de la carretera, además de que no se le cayese la colilla en los asientos nuevos. Pero al final me quedaba como tonto mirando cómo daba una calada; cómo apretaba los labios, succionaba, y los separaba lentamente...no podía evitar que se me notase la excitación. Entonces habló:
"¿Qué vamos a hacer con el cura? No podemos dejar un fiambre en la parte de atrás del coche y hacerlo pasar por dormido mucho tiempo más, sobretodo si no paras de mirarme y no prestas atención a la carretera."
No tenía ni idea de lo que decía. Al principio la veía a ella hablando, después solo la boca pronunciando lentamente las palabras, las sílabas...finalmente, sólo las "os". 
Seguía intentando que no se notara mi perturbación, pero en ese viaje aprendí que nunca se debe llevar a una chica bonita en el asiento de al lado; nunca se debe tener un cura muerto en la parte de atrás, y nunca debes cruzar las piernas en el coche, sobretodo si eso supone dejar de tener control en el freno.

lunes, 21 de febrero de 2011

cuatro

Colocó los vasos una y otra vez. No podían moverse. El mínimo susurro, brisa o movimiento, alteraba ya su perfecta posición. Brillaba el sol fuera, y este pasaba por el cristal y se reflejaba en el reloj de un gordo seboso que comía sin hambre en una mesa del fondo. Pero ella no se podía mover, no ahora. Ni un centímetro, ya había calculado su posición y era perfecta; cerca de la caja, cerca de las hamburguesas. Pero tampoco podía apartar la vista de ese reloj, de ese hombre. Lo odiaba. No porque estaba gordo, no por el brillo del reloj; lo odiaba por su desorden. Era irregular. Asimétrico.  Nada tenía sentido en él. No era capaz de mirarle, pero al mismo tiempo no podía parar. Era como si la cabeza le fuese a estallar. Las náuseas se acercaban lentamente. Siempre se imaginó como un corro de conejos malignos que se pasaban su estómago unos a otros como una pelota. Era extraño. Pero también odiaba a los conejos. Y las manchas. Y a los calvos. Y a los perros, a las lamparas de pantalla verde, a las paredes pintadas de colores oscuros, los estampados y los instrumentos de percusión. Había muchas cosas que odiaba. De hecho, odiaba todas las cosas que podía, para así amar más la única cosa que siempre ha amado: la perfección.

domingo, 20 de febrero de 2011

tres

-¿Sabes? -me decía mientras se encendía un cigarrillo-, dicen que no pienso, que antes de actuar, de echar un zurullo, o de apagar esta colilla en tu ojo, no pienso. Dicen que funciono por instinto, pero yo se que no. Incluso algunos se atreven a llamarme animal.
Se dejó el cigarrillo en la boca, y metió las manos en los bolsillos de su chupa. Era vaquera, al menos del cuerpo, y las mangas de algodón o lana, no sabría decirte; pero no se podía negar que estaba echa un asco.
-¿Te gusta? -señalaba la chupa-, me la vendió un traficante. ¿Sabes por cuánto? -en su cara se formaba una sonrisa de estúpido orgullo-. Nada. Le tuve que dar una buena tunda al cabrón. Cuando me dijo que no tenía mi dinero, me di la vuelta y, mientras me iba, pensé: "¿Me estará mintiendo? ¿Esa sucia rata se va a quedar con lo que me debe?" En ese momento me di la vuelta, y vi como sonreía. La sucia rata tuvo el valor de sonreír.
Se sono la nariz en su manga, de ahí las manchas verdes.
-Así que le clave mi navaja en el ojo. Para que luego digan que no pienso antes de hacer las cosas, ¿eh? ¡¿Eh?! 
-acercó la cabeza en tono amenazante, hasta que su cabeza reaccionó al no ser yo una amenaza-. Prepárate, deben de estar apunto de hacer la señal
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viernes, 18 de febrero de 2011

dos

Salió del baño, y se apartó el pelo de la cara mientras miraba a la camarera. Tenía el pelo rubio, con un flequillo impoluto que caía en la frente, pero nunca por debajo de las cejas, nunca. A los lados, dos pinzas apartaban el resto del pelo de la cara, dejándolo caer hacia atrás. Cada una de las ondas, imperfectas, formaba un todo perfecto. Daba igual como fuese vestida; él no se fijaría en nada más que el cabello. Era su obsesión. No puedo decir que era un fetichismo; no delante de él. Si pasas el dedo por encima de mi nariz, notarás como se tomó la única vez que se lo dije.

jueves, 17 de febrero de 2011

uno

Me metí en el coche con él. Evitábamos el cruce de miradas, como en un ascensor, pero sin espejos. Entonces se empezó a bajar la cremallera del pantalón, y sacó la polla. Me miró:
-Ahora, chúpamela.
Le miré extrañado, y miré su miembro; no pude evitarlo. Por una milésima de segundo pensé en que iba a morir con una polla en mi boca. Pero se rió.
-Déjalo, no sé que se me ha pasado por la cabeza.
Entonces se la cogió y se la volvió a guardar. Me dejó en el hotel, y esa fue la última vez que le ví. Después supe que había llegado alto, muy alto. Aunque nunca dejé de pensar que una polla así pudiera llegar a Reichsführer, y menos aún a dominar el mundo...