martes, 26 de marzo de 2013

diecisiete

Entré en la habitación de mis padres de puntillas. Estilo ninja. Se me da bien ser un ninja porque suelo hacer trampas en la vida. He escapado en calzones por ventanas y he aplastado gatos que no han gritado porque saben que soy un ninja. El hecho es que cada paso que doy en la habitación es una pista que mi madre va a oler nada más entrar en casa, así que tengo que hacerlo con cuidado. Al abrir el armario lo primero que veo es un cartón de Marlboro. Premio. Está sin abrir, y el precinto me mira y se ríe de mí. Ya no hay premio. Al lado está la caja. Abro la tapa con cuidado. Mierda, no me he puesto guantes y mi madre es el puto Grissom. Cuando encuentro la cadena y el crucifijo de oro lo guardo todo y lo dejo como estaba.

Busco en Google cómo saber cuánto dinero me van a dar en el Compro Oro de la plaza, y busco los numeritos que tienen que aparecer. Detrás del crucifijo hay una inscripción que dice:

27/05/2000

Joder. Vienen a mi mente el día de mi primera comunión y la cara de un tío que sale detrás de mí en la foto que tienen mis padres en el salón. Yo parezco un niño bueno y el señor ese es el único que mira al objetivo, fijamente. Si llego a ser el fotógrafo hubiese salido corriendo de aquella iglesia temiendo por los kilos de dinamita que debía tener debajo de esa chaqueta cutre de Emidio Tucci. Y después pienso en mi abuela yendo a sacar dinero al banco y dejando su cuenta vacía. Estos remordimientos son los que hacen que me plantee por qué hago estas cosas. Y entonces veo un anuncio de los que te ofrecen follar con viejas horrendas y aún encima esperan que les des las gracias. Xvideos.com y pajote.

En el Compro Oro hay un señor hablándole a la chica del mostrador, que raspa el oro en busca de falsificaciones.

-¿Y qué tal está la familia?- dice el viejo.
-Bien, bien. Todos bien. -responde la muchacha sin levantar la cabeza.
-Ah, me alegro.- mira hacia atrás y me ve. O no. No me queda claro.- Pues a ver si llamo a   tus tíos que hace mucho que ya no los veo...
-Mire, es bañado, eh.
-Ah.-El viejo coge dos pendientes y un colgante que sabe dios de dónde los habrá sacado. Y me viene a la mente un bar de carretera, labios pintados y este hombre metido en una película de Almodóvar. Miguel Bosé. Vomito.
-Entonces todos bien, ¿no? A ver si veo a tu hermana también. Y dales un saludo.

Se da la vuelta y desaparece. Me acerco a la ventanilla.

-Ese hombre viene dos veces a la semana con cosas nuevas y preguntándome por mi familia. Este pueblo está lleno de locos.

Está buena. Sexo en la ventana mirando a la plaza vacía y gris. En el edificio del Ayuntamiento el alcalde nos espía con unos prismáticos mientras se masturba.

-¿Me puedes mirar esto?

Echa líquido, raspa, pesa.

-200 euros.

Para droga. Empieza el verano.

viernes, 22 de febrero de 2013

dieciséis

-Quiero un papagayo.


La tienda olía mal y el dueño parecía embriagado por el aroma de la caca de paloma. Nada más entrar, un coro infernal de pájaros empezaba a tronar y las jaulas se agitaban. Alguien me había hablado de una película en la que una ciudad era atacada por hordas de animales con plumas. Qué putada. Me imagino a todos corriendo y gritando, mientras las gaviotas picotean los cráneos y las gallinas picotean los pies. Y todo ese olor días después. No me gustaría ser el que tuviese que limpiar todo eso, con la caca y el pis unidos en un fluido corrosivo. ¿No les llegaba con defecar en nuestras coronillas que aún encima se revelan? ¿Y contra quién o qué se revelan? Son los animales más libres de este mundo. Bueno, no sé quien dijo una vez que hasta los pájaros estaban atrapados entre el cielo y el suelo. ¿Qué coño? Yo salto y salto, y es lo más alto que llegaré en mi vida.


-Así que le atraen las Psitácidas... ¿Busca compañía?
-Busco compañía para un amigo que no me deja en paz.
-Entiendo, entiendo... Siempre es bueno tener a alguien con quién hablar. Aunque le diré que muchos se confunden al creer a estas aves más inteligentes de lo que son, ya que...
-¿Tiene uno verde? A mi amigo le gusta el verde.
-...la capacidad de imitar sonidos no quiere decir que lo sean.
-¿Me está llamando tonto?
-Oh, no por favor.  Venga por aquí, le mostraré mis mejores ejemplares.

jueves, 19 de enero de 2012

quince

Estaremos muertos toda la eternidad
estaremos muertos toda la eternidad.


La pared se come y me arde el pecho. Tarda mucho en llegar y las palomas no esperan a que venga. Es horrible y me orino. Confía en la capacidad de poder escapar algún día de este manicomio de puertas abiertas. Si la búsqueda aún no ha empezado, ya nunca podrá terminar. Correr y esconderse, correr otra vez y no dormir. Seguir las rayas blancas hasta la salida, que sólo está pintada en la pared y es mentira.
Atravesados los corazones por inconscientes ardiendo que bailan y bailan y no paran de bailar una danza demoníaca al ritmo de los tambores y las tompretas tocadas por faunos incorruptos inundados de pelos y tejidos, mojados por sustancias invencibles, invisibles, imbatibles. Algo que nunca podremos comprender se encuentra entre las dimensiones orquídeas que se encuentran una frente a otra, naturalmente.


Pasadme el porro, ya.  

lunes, 9 de enero de 2012

catorce

Busco escribir algo que no sea tuyo
ni mío,
no del tiempo. 


Y el puño cerrado sin fuerza
después de reír
sin quererlo.


Las cortinas del baño acariciando
tus tetas,
tu culo.


Y me ves y estás ciega,
y te atravieso.


No soy transparente,
sino incapaz de reflejar la luz.


Y envuelto en sombras
te observo,
en silencio.

viernes, 30 de diciembre de 2011

trece

En la película el chico se portaba bien. No tenía dinero, nunca. Pero la trataba bien. Un día el chico se dio un golpe o le atropellaron cinco coches. Se tiro por tres puentes en los que el río estaba seco. Y ya en el suelo, con la cara desfigurada intentaba ahogarse en un charco formado por las lluvias primaverales. La chica sonreía, desde el puente, y buscaba una escalera. Después de mucho buscar, compró la escalera más bonita del mundo. Fue al país de donde salen todas las escaleras del mundo y allí habló con el maestro de todos los artesanos de escaleras y consiguió comprarle la mejor. La llevó hasta ese puente para que el chico subiese por ella. El subió, hasta donde estaba ella, pero las fuerzas no le dieron para más. Ella lo cogió en brazos y siguió subiendo. Subió y subió hasta que aquel puente y aquel mundo eran del tamaño de un guisante. El chico miró hacia abajo y lloró, pero al mirar hacia arriba sus lágrimas se evaporaron por el sol.
Un día se soltaron sin miedo. Flotando en el espacio, bailaron con los planetas, desnudos, y la música no hizo falta. Bailaron hasta que se fundieron en uno y aún hay padres que señalan a sus hijos dónde bailan en el cielo. Quizá la chica se cansó, o el chico se volvió caer al suelo. Quizá volvió a sacar un papel del sombrero en el que dice donde siguen bailando. Pero él nunca cerró el candado en el puente o simplemente no tenía dinero para comprarlo.

viernes, 14 de octubre de 2011

doce

Se encontraba en una habitación con las paredes negras, rojas, azules, amarillas, que cambiaban de color cada vez que pestañeaba. En el medio había un caballo con un sobrero de judío, que se reía entre tos por una fuerte gripe. No tenía dientes y cuando iba a la cafetería tenía que pedir pajita. A veces no había y eso le irritaba, hasta el punto de empezar a dar coces a diestro y siniestro a todos: al enano, al gigante, a Haley Joel Osment, al camarero, al dueño, a su madre y al Espíritu Santo.


Se despertó.


Se encontraba en una habtación con las paredes blancas, relucientes, tanto que llegaba a quemarle los ojos con solo mirarlas. En el medio había una escultura de un pene del tamaño de un hombre. Debía de ser oro, pero estaba tan sucia que había perdido todo su brillo. Se acercó al enorme genital y éste empezó a temblar, contorsionarse, emulsionar con movimientos espasmódicos, soltando de su gran uretra una sustancia roja a borbotones, a la vez que sus temblores cogían cierto ritmo. Escuchó en su cabeza una voz, pero distorsionada, como si le hablasen a través de un teléfono. La voz le decía que probase la sustancia y así lo hizo. Era sirope de fresa, como aquel que utilizaba su madre para hacer las tartas de queso que eran la envidia del vecindario.


Se despertó.


Se encontraba en una habitación sin paredes. El techo se mantenía flotando Dios sabe por qué fuerza de moníaca. En el medio había una Biblia agujereada por un disparo. Detrás de ella, un hombre negro arapiento se masturbaba con la mano en el bolsillo mientras lloraba y pedía perdon a Cristo por lo que estaba haciendo. Cogió la Sagrada Escritura con precaución de no acercarse al negro y la abrió. Estaba en blanco, todas las páginas, excepto una. En ella encontró su propia letra y la tinta del mismo bolígrafo que el utilizaba. En ella sólo estaba escrita una cosa repetida hasta la locura:


D E S P I É R T A T E

martes, 11 de octubre de 2011

Once

Nos vamos a la cama, desnuda, bañada por el sol de media tarde. Es la hora que más nos gusta para fundirnos en un éxtasis tribal. Empiezo a desnudarme, lentamente. Ella ya lo está, siempre lo está. Repaso todo su cuerpo con mis dedos, cada detalle, los memorizo y los borro de mi mente, haciéndo cada vez la primera. Puedo ver el deseo en su mirada. Aún así se resiste y sabe que eso hace que me excite mucho más. Estoy húmedo. Ella ya lo está, siempre lo está. Nos hundimos en el mar y comenzamos una danza infernal mientras Dante nos mira y se masturba. La toco y ella gime. Introduzco mis dedos en su interior y cada vez grita más fuerte. La beso y me muerde; me hace sangrar. Noto el dulce sabor de la sangre mientras mi miembro se desliza suavemente en su interior, en un lecho celestial. La ventana está abierta y la brisa perfila nuestra piel y eriza nuestro bello. Empiezo a sacudirla lentamente. Aumento el ritmo, hasta llegar a una velocidad brutal. Ella no para de gritar, dice que me ama, dice que no pare, nunca. No lo haré. 

Enciendo un cigarro que hace de éste un momento delicioso. Tiene una de sus pezuñas apoyada en mi torso y su respiración es lenta. Huele a verdes praderas, a un trozo de cielo. Las nubes se asoman por el ventanal y puedo verla flotando, a lo lejos, riendo y llorando. Ya es tarde y debo levarla de vuelta al redil. Su nombre es Asunción y la amo.