viernes, 18 de febrero de 2011

dos

Salió del baño, y se apartó el pelo de la cara mientras miraba a la camarera. Tenía el pelo rubio, con un flequillo impoluto que caía en la frente, pero nunca por debajo de las cejas, nunca. A los lados, dos pinzas apartaban el resto del pelo de la cara, dejándolo caer hacia atrás. Cada una de las ondas, imperfectas, formaba un todo perfecto. Daba igual como fuese vestida; él no se fijaría en nada más que el cabello. Era su obsesión. No puedo decir que era un fetichismo; no delante de él. Si pasas el dedo por encima de mi nariz, notarás como se tomó la única vez que se lo dije.

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